Un hombre incrédulo se acercó a un grupo
que escuchaba la prédica de un yogui. El
sabio decía:
— Es verdad que la repetición de una
palabra sagrada tiene el poder de
iluminarnos.
— ¿Cómo puedes decir eso? —protestó el
incrédulo—. ¿Afirmas que, si repetimos la
palabra “pan” muchas veces, el pan se hará
presente?
— ¡Siéntate ahora mismo, sinvergüenza! —
replicó el yogui.
El incrédulo se llenó de rabia y vociferó:
— ¡Cómo te atreves a hablarme así!
Entonces, el sabio le dijo con gran ternura
y mansedumbre:
— Lamento mucho haberte ofendido.
Dime, ¿qué sientes en este momento?
— ¡Me siento ultrajado!
— Fíjate que una sola palabra injuriosa ha
sido suficiente para que te sintieras mal. Si
esto es así, ¿por qué un vocablo que
designa al Ser no puede tener el poder de
iluminarte?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario